Durante toda la vida he sido poco miedica (de hecho eso empezó en la universidad, hasta ese momento me creía invencible). Esto, como es de esperar, llevaba a mi madre por el camino de la amargura, pues su hija mayor no tenía ningún problema en subirse a árboles, saltar donde no debía, hacer malabarismos, correr sin mirar y en general prestar poca atención a los posibles peligros que pudiera haber alrededor. No sólo no hacía caso del peligro, si no que muchas veces lo creaba.
Conclusión? Nariz torcida desde los 6 años, mil esguinces en ambos tobillos, collarín en un viaje de esquí (y seguí esquiando) y varias tentativas de romperme las cejas (aqui por suerte, sin éxito). He vuelto a casa del cole con vendas muchas veces, tantas que el conserje que nos llevaba a urgencias ya se conocía mi cara.
Con los años he ido cogiendo miedo, o mejor dicho, he aprendido que la prudencia también es valiosa. Ahora escucho a mi cuerpo, y aunque me sigo lanzando a probar nuevas cosas, ahora ya no lo hago a lo loco, si no siendo consciente de qué limites tiene mi físico, cuales puedo intentar pasar, y cuales es mejor dejar estar.
He aprendido que tengo facilidad para torcerme los tobillos y hacerme daño (más o menos cada dos años me toca llevar tobillera unas semanas) así que hago caso a mi cuerpo y evito los ejercicios con saltos y muchos brincos.
He escuchado también a mi espalda, que desde hace varios años tiene que aguantar más peso del que le corresponde, y está durante horas y horas sentada sin moverse, aprendo y le regalo sesiones de pilates o yoga para compensar.
He escuchado a mis rodillas, que también soportan como campeonas mis kilos de más, y les he comprado unas zapatillas de correr en condiciones, con plantillas para hacer la pisada más cómoda.
Las sesiones de yoga son un micrófono para mi cuerpo, a través de ellas doy voz a mis músculos y mis huesos, que me dicen donde les duele, donde necesitan estiramientos, donde se sienten cómodos.
Hasta aquí mi reflexión de esta semana para el reto de #mividayogui2016, y vosotros, escucháis y aprendéis de vuestro cuerpo? De qué manera?
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